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ANTOLOGÍA DE COPLISTAS APÓCRIFOS

 

El extraño caso de los hermanos coplistas

Lo inédito no existe. Cualquier idea nueva, incluso las obtenidas mediante horas y días de trabajo intelectual, parecen ya esbozadas en otros lugares y otras épocas. Queda el consuelo de la originalidad en el desarrollo de dicha idea, pudiéndose hallar viejas proposiciones artísticas o literarias renovadas por el aire de los nuevos tiempos, sea por una cambio en el lenguaje específico o por una avance en la intención primitiva.

Así pensaban los hermanos Oliver, aunque lo expresasen con hechos y no con teorías más o menos discutibles. Zaragozanos ellos, jamás dejaban de mirarse y adquirir cada cual los conocimientos obtenidos por el otro. Atajaban, sí, porque eran dos mentes trabajando para común provecho. Y si bien en principio se copiaban sin más, luego comprendieron que no era ese el camino y rectificaron. Como coplistas alcanzaron cierto relieve, y fue en esta actividad donde todavía puede apreciarse la evolución del os hermanos Oliver. He aquí una de las primeras obras, debida a Jorge Luis:

Entró a la tasca y pijaito
dándoselas de turista,
y pidió algo de picar,
y le sacaron avispas.

Su hermano Jesús también llamado Suso, escribió la misma cuarteta con la sola exclusión de la palabra avispas, que sustituyó por "gallinas".

Más adelante, ya en plena actividad, fue Suso quien dio el primer paso:

¡Ay, maña, que mala sombra
tiene tu puerta al entrar,
que siempre me deja fuera
cuando te ha dejau pasar!

Y así replicó Jorge Luis:

Es la puerta de tu casa
Lo que nos hace infelices,
Que a ti te deja pasar
Y se cierra en mis narices.

Confieso mi preferencia por esta última versión, aunque la idea partiese de Suso. No siempre es el inventor quien triunfa, sino aquel que desarrolla y perfecciona el invento.

En ocasiones, los hermanos Oliver ofrecían visiones muy distintas del mismo asunto. Dignas de atención son estas dos coplas aragonesas donde el baile y los pisotones son fundamento de ambas:

Los pisotones que doy
paicen de signo contrario;
en el lagar dan buen vino,
y en el baile, morros largos.

(Suso Oliver)

Cuando en el baile te pisen
nunca te ofendas, mujer,
que también pisan las uvas
y el mosto no sabe a pies.

(Jorge Luis Oliver)

No inclino la balanza, en este caso, a favor de ninguno de los hermanos. Jorge Luis, más experto en el uso del lenguaje, cede una pizca de terreno en lo que a frescura se refiere. Sin embargo, existen coplas donde sucede exactamente lo contrario. Así, con motivo de una visita otoñal que los hermanos Oliver efectuaron a Embid de la Ribera, dejaron escritas estas dos cuartetas:

Aunque parezca difícil
ser dos cosas a la vez,
a monte y a río saben
las manzanas de Campiel.

(Jorge Luis)

No comprendo lo imposible
y esta tarde lo he comido:
las manzanas de Campiel
saben a monte y a río.

(Suso)

La repetición temática fue constante en los hermanos Oliver. Con la obra completa de uno de ellos sería suficiente para conocer a ambos. Pero no es menos cierto que jamás hubiese existido el uno sin el otro, como un concierto barroco donde el contrapunto hace más hermosa la melodía.

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