ANTOLOGÍA DE
COPLISTAS APÓCRIFOS
Las coplas de Matías
Winter, buscador de tesoros
Seis coplas desde un silencio
La conocí en primavera
pero fue mi sol de invierno,
una luz hermosa y fría
que pronto se hizo recuerdo.
Eres como los cantares:
tienes los ojos de albada;
el cuerpo, de rondadera;
el genio, de jota brava.
Como la lluvia en verano
bendice la tierra seca,
llueve mi amor en un alma
que de otras nubes lo espera.
Quieres que nuestros
amores
desde el olvido revivan,
pero el amor que se muereÖ
ese, nunca resucita.
Vientos de otoño
me empujan;
alas de amor me levantan;
nubes de ausencia me cubren;
palabras de adiós
me matan.
Volví del
mundo a mi pueblo
con la sangre de otra herida:
salí a buscar tu
verdad
y sólo encontré
la mía.
Hojas y nubes
Siempre arriba y sin ventana,
siempre cerca, pero lejos;
así andan por mi
cabeza
la boina y el pensamiento.
Le dí un
clavel a una moza
y se le encendió
la cara;
quise meterme a bomberoÖ
y me alcanzaron las llamas.
Del Ebro nació
tu risa;
de la noche, tu mirada;
del campo, tu piel morena;
tu orgullo, de la montaña.
En Aragón
aprendí
a pagar lo que se debe;
te debo una explicación;
¡pídemela si
te atreves!
Ruego al que me oiga
cantar
que afine bien el oído,
porque al cantar lo que
canto
digo siempre lo que digo.
Hubo una puerta
encantada
que se abrió una
sola vez;
la había esperado
tanto
que, cuando se abrió,
no entré.
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