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| Santiago Hernández Ruiz, pedagogo universal
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JAVIER LACUEVA | Probablemente quienes más sepan sobre la figura de este pedagogo aragonés de universal reconocimiento sean Víctor Manuel Juan Borroy y Alejandro Tiana Ferrer, y quien si duda ha sabido recoger la herencia de los que supone la educación y compromiso es la comunidad educativa del instituto que lleva su nombre desde 1987 en la avenida de Navarra de Zaragoza. Basta ver tan sólo la página web y las opciones que ofrece para comprobar qué compromiso tiene el centro con la Educación (Proyectos europeos, revistas…).
Santiago Hernández llegó a visitarlo junto con sus nietos en dos ocasiones y una placa conmemorativa recuerda su centenario. Pero no es el único recuerdo que se tiene de este gran pedagogo, ya que tanto en Valderrobres -lugar en donde murió. Como en Paniza -en donde ejerció como maestro sendas calles llevan su nombre, al igual que las escuelas de este último pueblo, desde 1984. Un recuerdo merecido sin duda y ganado a pulso por la tarea innovadora que desarrolló durante su vida en el campo educativo.
Santiago Hernández Ruiz nació en Atea, municipio zaragozano, el uno de mayo de 1901 y falleció en Valderrobles -Teruel- en 1988. Vivió también en Cubel, Sena de Sijena, Villamayor, Casetas y Zaragoza durante sus primeros años y decidió estudiar magisterio, para lo que tuvo que trabajar en la librería Gómez Pastor de Zaragoza para costear sus estudios. Comenzó su carrera profesional en el colegio San Felipe, de la misma capital, antes de irse a Madrid a los 20 años.
Allí siguió forjándose ese espíritu trabajador e innovador y dio clases en el colegio Santo Ángel de la Guarda hasta que sacó las oposiciones en 1923, que le condujeron a Paniza, en donde dejó huella. Volvió a Madrid y dio clases en el colegio El Pilar de Zaragoza y en el Tirso de Molina.
En 1935 obtuvo una plaza de inspector y ejerció en Teruel, en donde vivió la guerra civil desde su ideología socialista. Su compromiso con la República le condujo al exilio, a México concretamente, en donde empezó su etapa americana, como otros tantos ilustres aragoneses del siglo XX (Tirado Benedí, Buñuel, Sénder…). En México trabajó en el instituto Luis Vives y en el famoso colegio Madrid, y participó en varios proyectos de la Unesco. No dejó de volver por España, y desde 1967 prolongó sus estancias, especialmente en Paniza y Valderrobres.
Su pensamiento pedagógico se centró en la defensa del talante crítico que todo maestro debía de poseer, en la independencia de la escuela unitaria y en la exaltación de este lema pestalozziano: "Leer, escribir y contar".
Heraldo Escolar (18-2-2004)
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