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¡Qué burrada!
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Teodora López, Joaquín Gil, Víctor Laborda, Pedro Chueca, Doroteo Díez, José Chueca, Luciano Cester e Ignacio Gil. Todos con sus burros (Foto: Oliver Duch / Heraldo de Aragón)
CRISTINA ADÁN | Sería mejor utilizar la expresión 'a cuatro patas', pero para evitar palabras malsonantes habrá que decir que Trasobares es un pueblo que va 'sobre ruedas'… Claro, dicho de la primera de las formas parecería una burrada. Y nunca mejor dicho. Porque este pueblo es conocido, entre otras cosas, por sus asnos (bueno, asnas, que en su mayoría son hembras).
No deja de sorprender que uno de cada seis vecinos sea uno de estos animales. ¡Vaya! Otra burrada. Para no entenderlo mal, el dato se refiere a la proporción entre burros y vecinos que hay en el pueblo. En concreto, apenas cien habitantes para una veintena de burros (19, para ser exactos). Y eso que el número de animales ha disminuido en los últimos dos años.
Antes había más de 23, como todavía puede leerse en un cartel explicativo junto a la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Bajo el epígrafe '¿Sabías qué…?' se informa de que el municipio cuenta con más de 23 burros, el mayor número censado de toda la comarca del Aranda.
Y seguramente, aunque no hay ningún registro oficial, Trasobares estaría también entre los primeros en un ranquin de ámbito geográfico más amplio porque, para quien no lo sepa, estos animales están en peligro de extinción. Y en España quedan muy pocos.
Un bando especial
Tampoco es que en este pueblo se choque uno con los asnos por todas partes. Juntar a nueve en la plaza no fue una tarea tan sencilla. Y eso que los propietarios acudieron rápidamente tras escuchar el bando que echaron para que se acercaran hasta la portada renacentista del antiguo convento. Pero, aunque el 'making off' -o cómo se hizo- de esta fotografía sería muy interesante de contar, por cuestiones de espacio no se hará.
Eso sí, se detallará que allí estuvieron Doroteo Díez, con su Burriblanca; Ignacio Gil, con Platera; Pedro Chueca y su mujer, Teodora López, con María y Catalina… Todos no tenían nombre para sus animales. Algunos lo improvisaron, como José Chueca, que decidió llamarlo Juanito, por el vendedor del animal. Tampoco faltaron Víctor Laborda, que llevó a la plaza la burra de Basilio, su vecino, y Joaquín Gil y Luciano Cester, que llegaron con su burro y su yegua.
Lo difícil era saber la edad de estos équidos, aunque casi todos superan los veinte años. Sus dueños indicaron que en la abundancia de carne en las encías podía saberse si eran animales jóvenes. "¡Esta ha traído más arrobas del campo…!", decía Joaquín refiriéndose a la suya. Y para eso la siguen utilizando: como medio de carga y transporte.
La pena es que la próxima generación de burros 'made in Trasobares' está todavía en el aire porque los dos únicos machos que hay en el pueblo están capados.
Heraldo de Aragón (3-12-2008)
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