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Santiago Hernández, nuestro pedagogo más universal
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Santiago Hernández durante su estancia en Ecuador para la realización de un trabajo para la UNESCO (Foto: Heraldo de Aragón)
Víctor M. Juan Borroy.- Que se cumplan cien años del nacimiento -o de la muerte- de alguien no es razón, en principio, para ninguna celebración. Pero el centenario del nacimiento de Santiago Hernández Ruiz, pedagogo aragonés, representa una ocasión para reflexionar sobre algunos de los acontecimientos más importantes de los últimos cien años de nuestra historia educativa. Así lo hicieron profesores de distintas universidades en el Centro de la UNED en Calatayud durante los días 21 y 22 de septiembre, y con el mismo propósito el IES Santiago Hernández de Zaragoza organizó una serie de actos conmemorativos.
Santiago Hernández Ruiz (Atea, 1901 - Valderrobres, 1988) pasó su infancia en varios lugares de Aragón: Ateca, Cubel, Sena de Sigena, Villamayor, Casetas y Zaragoza. Cursó los estudios de magisterio como alumno libre, al tiempo que trabajaba en la librería "Gómez Pastor" de Zaragoza. Ésta fue una época de abundantes lecturas que contribuyeron a su formación, al tiempo que establecía una serie de interesantes relaciones con personalidades del mundo social y cultural de la capital aragonesa.
A los 20 años, tras una corta experiencia profesional en el colegio San Felipe de Zaragoza, se marchó a Madrid donde encontró un ambiente pedagógico marcado por la influencia que ejercía entre los jóvenes aspirantes al magisterio el Museo Pedagógico. En Madrid trabajó, primero, en la editorial Ruiz Hermanos y, después, como maestro de párvulos, en el colegio Santo Ángel de la Guarda, donde empezó a replantear las prácticas establecidas, asumidas, simplemente, por el peso de la costumbre y de la tradición. Aquellas experiencias fueron una excelente preparación para las oposiciones, que aprobaría en la convocatoria de 1923 ganando la plaza de Paniza (Zaragoza). Posteriormente, se trasladó a Madrid donde fue maestro en el Grupo Escolar El Pilar de Zaragoza y director del Tirso de Molina. En 1935, ganó una plaza de inspector y ejerció en Teruel, donde pasó buena parte de la Guerra Civil y fue encarcelado. Cuando pudo abandonar la ciudad, se dirigió a Barcelona, donde fue Secretario General del último Ministerio de Instrucción Pública republicano. Perdida la guerra, inició un largo exilio en México.
En la capital mexicana, Santiago Hernández fue maestro en el colegio Luis Vives y en el legendario colegio Madrid. Después ingresó como inspector del sistema educativo mexicano, profesor de la Escuela Normal y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, desde 1959 a 1966, fue experto itinerante del Proyecto Principal nº 1 de la UNESCO para Latinoamérica, que tenía como objetivo fundamental la extensión de la escolarización. Santiago Hernández trabaja directamente con los niños en presencia de estudiante de magisterio, maestros e inspectores para mostrar como podía organizarse una escuela completa de maestro único. Un maestro que trabajaba en solitario con grupos que rondaban el centenar de alumnos. Para Santiago Hernández, este modelo escolar era el único que podía dar respuesta a las necesidades de escolarización de Latinoamérica. Ni se podían construir escuelas graduadas, ni era posible contar con profesores especialistas en cada una de las materias. Era necesario formar al maestro completo.
Desde 1961, Santiago Hernández pudo regresar a España y sus viajes siempre incluían una visita a Paniza y larga estancias en Valderrobres, el pueblo de su mujer. Tras la muerte del general Franco, y al tiempo que España recuperaba las libertades, Santiago Hernández recibió varios reconocimientos: Cruz de Alfonso X el Sabio (1980), el Ayuntamiento de Paniza le otorgó el título de Hijo Adoptivo, dieron su nombre a una calle -igual que en Valderrobres- y a las escuelas de la localidad (1984) y desde 1989 el Instituto de Educación Secundaria de La Bombarda de Zaragoza lleva su nombre.
Su vida en Paniza
Entre 1925 y 1930 Santiago Hernández Ruiz fue el maestro de Paniza. Allí pasó, como él mismo confiesa en sus memorias, una de las épocas más felices de su vida. Durante su estancia en Paniza, Hernández Ruiz organizó una biblioteca escolar, abierta a toda la población, editó un periódico, El Escolar de Paniza, organizó veladas de teatro infantil, y colaboró con la prensa profesional y local. En Paniza escribió sus primeras obras: En Un año de mi vida -existe una edición facsímile de la Institución Fernando el Católico y el ayuntamiento de Paniza (1997)-, Santiago Hernández relató muchas de sus vivencias en el pueblo.
Allí se sintió enteramente maestro y comenzó a elaborar una teoría personal de la enseñanza. Santiago Hernández fue un maestro capaz de aprender de su experiencia diaria. A estas intensas vivencias personales y profesionales apeló durante toda su vida. Así mientras visitaba las escuelas de Nicaragua, de Panamá, de Chile o de Argentina recordaba su hacer profesional en una escuela completa de maestro único.
Junto a la importante producción bibliográfica, y por encima de la indudable proyección internacional de la obra de Santiago Hernández Ruiz, creo que merece destacarse la herencia que dejó en Paniza: aquel grupo de alumnos que fueron desde entonces y para siempre "los de don Santiago": ellos fundaron la cooperativa, organizaron la biblioteca escolar, y se han considerado -durante los últimos setenta años- la obra de su maestro.
Legado bibliográfico
La obra escrita de Santiago Hernández es muy amplia. Firmó centenares de artículos en la prensa profesional aragonesa (El Magisterio de Aragón, La Educación, La Asociación, etcétera) y en la prensa local. Con Letras españolas, una cuidada antología de textos de diferentes autores, Santiago Hernández Ruiz obtuvo el premio del concurso Nacional de Literatura de 1928. Esta actividad literaria propició que Enrique González Villanueva, propietario de la librería "La Educación" de Zaragoza, le encargase tres libros de lecturas: Mis amigos y yo; Un año de mi vida y Curiosidades. Gracias a la buena aceptación de estas obras, Santiago Hernández publicó La legislación de la Primera enseñanza de la República (Madrid, 1934), Cooperativas escolares (Madrid, 1935); El Maestro y Disciplina escolar, ambas en la editorial Salvatella (Barcelona).
Hernandez Ruiz y Domingo Tirado Benedí, también aragonés e inspector, fueron, quizá, quienes más voces redactaron para el Diccionario de Pedagogía de la Editorial Labor, dirigido por Luis Sánchez Sarto. En México, muy pronto, recibió el encargo de elaborar la Ciencia de la Educación; preparó algunos libros para las escuelas, que tuvieron una gran aceptación (Lecturas, Geografía e Historia de la Nación, el Continente y el Mundo, Aritmética). Tras el éxito de sus obras para uso escolar, Hernández Ruiz abordó la redacción de libros de pedagogía, de antologías de autores clásicos, de ensayo eruditos, como el que dedicó a Miguel Servet o a analizar la historia universal de la humanidad en El correr de los siglos. Una historia total del hombre, completando una larga lista bibliográfica.
Heraldo de Aragón (Heraldo Escolar, 12-12-2001)
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