Orden en el que transcurrre la procesión del Santo
Entierro de Calatayud
(Dibujo: A.
Sanmiguel)
El día de Viernes
Santo, habitualmente a las ocho de la tarde, sale de la iglesia de San
Juan el Real la procesión del Santo Entierro, momento culminante
de las celebraciones solemnes de la Semana Santa en Calatayud. Para la
inmensa mayoría de los visitantes a nuestra ciudad, resultará
un espectáculo sorprendente, distinto de las afamadas procesiones
castellanas y andaluzas, y de las tamborradas del Bajo Aragón.
En su concepción original,
esta procesión de Calatayud
pretende ser una narración, contada para el pueblo llano, de la
Historia de la Salvación. Iniciada probablemente en el siglo XVII,
en el espíritu de la Contrarreforma (la reacción de la Iglesia
Católica al Cisma Protestante), supone una forma de acercar la Historia
Sagrada a la población, donde las personas ilustradas eran minoría.
Iría en la misma línea que la narración de la Pasión
que puede contemplarse en los ocho magníficos retablos de la Colegiata
del Santo Sepulcro de esta ciudad, realizados entre 1620 y 1665.
Aunque los datos de que se
dispone son escasos, sabemos que la Venerable Orden Tercera de San Francisco
hace una reorganización de la "antigua procesión" en 1846,
constando la restauración de bastantes figuras, y la enriquece en
las tres décadas siguientes, hasta formarse, aproximadamente, como
hoy la podemos contemplar. Y así se mantuvo hasta que, ya en este
siglo, a finales de los años setenta, la "modernización"
de la liturgia hiciera caer en desgracia a este tipo de celebraciones tradicionales.
Em 1972 se decide su supresión, sacándose sólo el
Cristo Yacente o "Salvator".
Durante bastantes años,
los habitantes de Calatayud y también los de su comarca, añoraron
la antigua procesión desaparecida. Hasta que en 1981, un grupo de
personas de variada significación, decidió su recuperación.
Se desempolvaron vestimentas, se montaron "pasos", y ya ese mismo año
salió con gran dignidad. En los años sucesivos se prosiguió
con entusiasmo esta labor, lográndose en 1990 que la procesión
saliera completa, incorporando incluso elementos de los que apenas se tenía
noticia, y criándose cofradías nuevas. La historia de la
procesión es una historia viva, y al igual que su enriquecimiento
ha sido progresivo, no hay que descartar nuevas incorporaciones en el futuro.
El solemne desfile, que puede
tardar una hora en pasar, tiene dos partes diferenciadas. La primera corresponde
al Antiguo Testamento y los personajes son de carne y hueso, adecuadamente
ataviados. La segunda, más extensa, consiste en la narración
de la Pasión según los Evangelios, y las escenas, salvo excepciones,
están representadas por grupos escultóricos montados sobre
peanas, la mayoría de ellos a cargo de las varias cofradías
existentes. Hay que advertir de entrada , para que no haya desilusiones,
que el nivel artístico de la mayoría de estos grupos escultóricos
es muy modesto, y no puede compararse por ejemplo, con las magníficas
tallas de la escuela de Valladolid. Lo mejor es el crucificado que portan
los Hermanos de Cristo, del siglo XVII, y el Jesús con el Cirieno,
abra de Gabriel
Navarro, de finales del siglo XVIII. La mayoría de las figuras
fueron realizadas por José
Alegre, que quizás en gran parte restauró obras anteriores,
a mediados del pasado siglo. Y por las mismas fechas Mariano Ballesteros
también restaura pasos y hace alguna figura. Se trata de un arte
de carácter popular en el que se aprovechan a veces cabezas procedentes
de retablos. Y ya en este siglo algunas cofradías han adquirido
sus imágenes en los Talleres de Arte Cristiano de Olot. Y es que
no hay que buscar grandes obras de arte en esta procesión, sino
admirar una tradición de fervor popular, de la que son reflejo los
ingenuos grupos escultóricos, pero sobre todo, la encarnación
de personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. (Agustín
Sanmiguel Mateo)
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