Iglesia de Santa María |
Maluenda,
con sus 1000 habitantes, es el pueblo más importante de la ribera
del Jiloca
entre Daroca y Calatayud,
de la que dista 10 km. Posee tres iglesias mudéjares fechables entre
los siglos XIV y XV: La de las Santas
Justa y Rufina, la de San
Miguel (en ruinas) y la de Santa María. Esta es de una nave,
con ábside poligonal, y parece que fue construida en dos etapas,
sobre una supuesta mezquita anterior. En la primera fase, siglo XIII ó
XIV, se dotaría a la mezquita de ábside y un tramo de crucería.
Después, hacia el 1400, se sustituiría la mezquita por dos
tramos de crucería. La
|
portada se flanqueaba con dos pequeñas
torres gemelas. En el alfarje del coro situado a los pies puede leerse
en caracteres arábigos la ìsahadaî o profesión de fe musulmana:
ìno hay más dios que Dios (Alláh) y Mahoma es su enviadoî,
y en caracteres góticos el nombre del arquitecto, Yusuf Adolmalich
. En el siglo XVI se le añadió en el ángulo sur una
torre
mudéjar tardía envolviendo una de las torrecillas del
siglo XV. Pero no es esta torre la que aquí nos interesa, sino los
restos de una mucho más modesta, en la mitad del muro sureste de
la iglesia, y que ha pasado desapercibida mucho tiempo al estar desmochada
y enrasada su cubierta con la de la iglesia.
Esta torre, de planta cuadrada,
tiene 4,70 m. de lado, si bien su base se ensancha notablemente. La parte
inferior presenta medio metro de altura de mampostería, que quizá
sea la cimentación puesta al descubierto por la erosión.
Sobre ella hay restos de dos hiladas de sillares de caliza, biselados en
talud, que seguramente constituían la base visible. Por encima la
obra es de mampostería de yeso revocada, y solo la quinta parte
superior es de ladrillo. El interior de la torre, que probablemente sería
similar a la ya comentada de Villalba, ha sido destruido, al ser atravesada
por una amplia escalera que sube desde la sacristía a una estancia
superior.
El interés se concentra
en el exterior, y en la parte de ladrillo. A este nivel se desmochó,
en fecha indeterminada, cortándola de forma inclinada desde el lado
NO al SE. La altura de la parte de ladrillo en el lado SE es de aproximadamente
medio metro, y de metro y medio en el lado NO. Los lados NE y SO tienen
lógicamente forma trapezoidal. Sobre las cinco primeras hiladas
de ladrillo hay una banda de esquinillas o dientes de sierra, de tres hiladas
de altura. Sobre ella una serie de discos de cerámica vidriada con
forma de ataifor, y unos 22 cm. de diámetro que presentan
una doble y fina estriación circular a 5 cm. del centro. Hay (o
había) diez discos en las caras SE y NO y nueve en las caras NE
y SO, alternando los de color melado con los de color verde. Algunos se
han desprendido o han sido arrancados, quedando su huella y la del repié
en el revoco. Por encima de esta serie de discos aparece un raro motivo,
la espina de pez: sobre una banda de ladrillos inclinados hacia un lado,
mostrando su canto largo, una hilada horizontal a soga, y sobre ella otra
banda de ladrillos inclinados en sentido contrario. Solo en dos torres
más, las de Belmonte y Ateca, se da esta singular decoración.
En unas obras efectuadas
en la primavera de 1995 se pusieron al descubierto los lados SO y NO que
estaban ocultos, pudiendo apreciarse en este último que sobre la
espina de pez aún había otra serie de discos de cerámica,
por lo que la torre contaría al menos con setenta y seis de estas
piezas. Desgraciadamente, con la consecución de las obras estas
zonas han vuelto a quedar ocultas. No podemos saber si el cuerpo de ladrillo
continuaría en altura con más decoración, o si terminaría
ahí. Tampoco sabemos como sería el remate, si una terraza
con linterna u otro cuerpo más estrecho con ventanas.
Respecto a la cronología
de esta torre, no parece que haya podido formar cuerpo con la parte más
antigua de la iglesia, la cabecera, del siglo XIII o del XIV. Aparte de
que se distancia en planta, el lado NO de la torre, adyacente a la iglesia,
comienza su decoración a una altura bastante inferior al rafe del
templo. No hubiese tenido sentido una construcción simultánea,
pues dicha decoración (esquinillas, espina de pez y 20 discos de
cerámica) no podría haberse visto desde el principio. O la
torre estaba exenta, o formaba parte de un edificio mucho más bajo
que la iglesia mudéjar. Por su semejanza con la de Villalba
cabe pensar en una torre defensiva reutilizada, o bien construida con doble
función, defensiva y religiosa. La advocación de esta iglesia
a Santa María sugiere que ocupa el lugar de la mezquita mayor, pues
en Maluenda habría dos o tres. La suposición menos forzada
sería admitir que esta vieja torre desmochada es lo que queda del
alminar, que sería utilizado como campanario al menos hasta la construcción
de las dos torrecillas gemelas en el siglo XV, o tal vez hasta que se levantó
la torre del s. XVI. La coincidencia en estructura (hueca), material (mampostería
revocada) y cerámica (discos tipo ataifor) con la torre de Villalba
adosada a los restos de una mezquita del siglo X ó XI, apoya esta
hipótesis.
En este caso, como en casi
todos, una exploración arqueológica, no solo del subsuelo
sino de la propia fábrica del edificio, podría aportar datos
útiles. De todas formas hay que subrayar su interés y la
conveniencia de que se recupere al máximo, dejando vistas todas
sus caras, limpiando la cerámica y tal vez haciendo un ensayo de
reconstrucción volumétrica. (Agustín
Sanmiguel Mateo)
|