Villa de la provincia de
Zaragoza, a 96 kilómetros de la capital. Situada al pie de la sierra
de la Virgen (Sistema
Ibérico) en el valle del río
Aranda, a 631 metros de altitud. Temperatura media anual, 12 grados
C. Precipitación anual, 490 mm. Población: en 1999, 598 habitantes;
en 1950, 1.148 habitantes; en 1900, 1.441 habitantes.
Jarque de Moncayo, a orillas
del río
Aranda, surge al pie de una macizo montañoso, donde se levantan
las ruinas de su castillo, que salió a pública subasta hace
varios años y quedó desierta. La carretera, convertida en
la calle Ramón y Cajal, sigue el curso del río. El caserío
se apiña en torno a la antigua fortaleza y todas las calles suben
en dirección al castillo,
ganando altura. La iglesia parroquial se encuentra situada, sin embargo,
en la parte baja del pueblo; el edificio, barroco, con notable torre, aparece
cercado por una hermosa huerta de carácter conventual.
El origen de Jarque puede
proceder, según algunos historiadores, de Xarque (exarik o exarico:
vasallo o colono morisco). Según Zurita, Jarque existía ya,
bajo el nombre de Siarchum, en 1147. Fue propiedad de los Fernández
de Luna, hasta 1382, en que pasó al patrimonio de los Urrea.
Jarque contó con la
biblioteca más importante de temas aragoneses, la Biblioteca Moncayo,
creada por Santiago Marquina, padre de Luis Marquina, el popular librero
zaragozano. Esta biblioteca. de temas y autores de Aragón, cuenta
con más de diez mil volúmenes. Mientras que permaneció
en Jarque, estuvo abierta al público en general, y frecuentemente
era visitada por investigadores y estudiosos. Adquirida por Ibercaja, se
conserva en la Biblioteca José Sinues, de Zaragoza, dependiente
de la entidad crediticia aragonesa.
Jarque celebra sus fiestas
el tercer domingo de septiembre, en honor del Copón Robado, si bien
tiene por patronos a San Pedro de Verona y San Sebastián. La historia
y la leyenda del Copón Robado tiene su origen en unos ladrones que
se apropiaron de la reliquia y no pudieron llevársela, porque al
huir de Jarque se encontraron con que no podían traspasar el término
del pueblo. (Alfonso Zapater Gil)
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