La gran riqueza agrícola
de la región está constituida por las tierras de regadío,
que sólo significan el 10% de las tierras cultivables y que se alargan
formando ricas vegas a lo largo de los valles del Jalón,
Jiloca,
Manubles,
Perejiles,
Ribota,
etcétera. Sobre estas vegas, de las más ricas y fértiles
de Aragón, se dispone un policultivo que a la exquisita calidad
de los frutales une la cosecha de legumbres y hortalizas. Sin embargo,
en la actualidad el policultivo asociado o promiscuo resulta poco rentable.
El "suelo" es un obstáculo para las labores y el rendimiento del
"vuelo", por lo que hoy en día tiende a eliminarse el primero en
beneficio del segundo.
Esas vegas están especializadas
en la producción de pera y manzana, pero se dan también el
cerezo, el melocotón, el albaricoque y el ciruelo. El gran enemigo
de los frutales son las heladas, especialmente las tardías, contra
las que se lucha por medio de hogueras. En los últimos años
la competencia y el ejemplo de los frutales de los nuevos regadíos
han impelido a una renovación de la fruticultura comarcal. Se han
arrancado árboles viejos para plantar otros nuevos, de variedades
menos exquisitas pero más comerciales. Han disminuido los cerezos
y albaricoques y se han incrementado perales, manzanos, ciruelos y melocotoneros.
La mayor parte de las tierras
cultivables son de secano per su aportación a la economía
comarcal es más reducida que la del regadío. Sobre las mesas
miocenas hasta los 800 metros de altura se asienta el monocultivo cerealista
de secano, con una producción más segura y estable en la
depresión del Ebro, debido a la menor aridez. El cereal más
extendido hasta ahora ha sido el trigo; los cereales pienso como
la cebada y la avena tienden últimamente a aumentar. Menor extensión
para mayor valor económico alcanzan viñedos, olivares y almendros,
que se cultivan en los glacis y son más sensibles a las heladas.
Hay tendencia a sustituir olivos por almendros.
En general la producción
agraria -variada, abundante y de calidad- se encuentra deficientemente
comercializada, en manos de intermediarios y almacenistas que restan ganancias
al agricultor. De la producción frutícola, que puede estimarse
en unos cien millones de kilos, sólo un 10% para por la Cooperativa
Hortofrutícola de Calatayud. La instalación de cámaras
frigoríficas en casi todos los pueblos frutícolas (Sabiñán,
Ricla, Morata de Jalón, Morés, Morata de Jiloca...) permite
una mejor adaptación al juego de precios en el mercado.
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