Los celtíberos
en los documentos epigráficos
La epigrafía prelatina
y latina del supuesto territorio celtibérico aporta datos muy interesantes
sobre antroponimia, toponimia o instituciones sociales, los cuales pueden
definir lo celtibérico mejor que las fuentes textuales, que sólo
se ocupan de su historia bélica como enemigos de Roma. Poseemos
cinco tipos de documentos escritos epigráficos: téseras,
bronces, terracotas, piedras aisladas y escritura rupestre.
Las téseras, bien
estudiadas por el francés Lejeune, son figuritas de bronce separadas
en dos mitades asimétricas, que poseen una leyenda en la cara plana.
Lo objetos representados sueles ser dos manos derechas en lazadas (tésera
Froehner) o alguna figura animal (delfín en Monreal
de Ariza y Fuentes Claras). Son todas de época republicana y
su localización geográfica se reduce tan sólo al área
de inscripciones celtibéricas, tanto si se emplea la escritura indígena
como la latina. Su simbolismo se relaciona con pactos de hospitalidad privados
(entre individuos) o públicos (entre ciudad e individuo). En el
Imperio desaparecen las téseras y los pactos de hospitalidad privados,
pero se mantienen las láminas de bronce para pactos entre una ciudad
y un individuo importante, el cual es elegido como patrono político,
recibiendo a los miembros de la ciudad en clientela. Estos bronces se extienden
ya por toda Hispania, pero las téseras parecen ser patrimonio exclusivo
de los celtas, a los cuales se refiere también la onomástica
que en ellas aparece.
En territorio aragonés
se han encontrado seis téseras: la llamada Froehner, que están
en París, tres en Monreal
de Ariza, una en Fuentes Claras y una sexta, procedente de Botorrita.
Por ellas conocemos datos de gran interés sobre onomástica
prerromana, sociedades indígenas y gentilidades. Es particularmente
importante la tésera de Froehner, de procedencia comarcal zaragozana,
que pose una inscripción en alfabeto ibérico en la que aparece
un Lubos de la estirpe (gens) de los Alisocos, hijo de Avalo y natural
de Contrebia Belaisca (Botorrita). Los signos ibéricos idénticos
a los del Bronce de Botorrita y a los de las monedas de Contebacom-Bel,
hacen posible aventurar la misma procedencia de los tres textos. La onomástica
celtibérica, bien estudiada por Albertos, presenta unos antropónimos
peculiares: Lubo-Lupo, Letondo, Abulo-AbloÖ y una gentilidades características:
Abilicos, Abulos, Alisocos, Boldondiscos, Tindilicos, Urdinocos, Vacanocos,
etcétera.
El bronce, como soporte de
escritura, aparece sólo en área celtibérica, mientras
que en el área ibérica se utilizan plomos. Quizá sea
la influencia griega sobre lo ibérico y la romana sobre los celtibéricos
lo que ocasiona esta diferenciación. Era usual entre los romanos
utilizar bronces para escribir las leyes y las constituciones públicas.
Los celtíberos debieron de adquirir de Roma esta finalidad de las
láminas de bronce: la noción de unas leyes o un ritual, fijados
y expuestos a la vista pública. Dos bronces celtibéricos
han aparecido en Botorrita: uno, escrito en caracteres ibérico y
lengua celtibérica y otro, el llamado de Contrebia, escrito en lengua
y alfabeto latinos. Ambos bronces son de una importancia trascendental
para el conocimiento de las lenguas y de las instituciones celtibéricas.
Una bronce de Gallur puede dar indicio de la existencia de un pueblo gálico
(esto es, céltico) que h dejados interesantes topónimos.
En piedra tenemos la inscripción
de Torrellas, en un copia del siglo XVIII, en la que aparece un gentilicio.
Abilicos, que pudiera ponerse quizá en relación con los Abulocos
de la estela de Ibiza, supuestamente celtibérica. En Peñalba
de Villastar se encuentra el único ejemplo epigráfico rupestre:
contiene varios grafitos en alfabeto latino y lengua céltica, y
algunos casos breves de alfabeto y lengua latinos. Entre las terracotas
es destacable el ejemplar de Albalate del Arzobispo (localizado en un área
ibérica y entre grafitos ibéricos) y la fusiola (o remate
de husillo de hilar) de Monreal
de Ariza. (María Pilar Utrilla)
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