El Cristo de Ruzola |
Según el padre
Blasco Lorente, los carmelitas calzados llegaron a Calatayud
a la sombra de los caballeros del Santo Sepulcro; pero Vicente
de la Fuente cree que llegaron en el siglo XIII, y estableciéndose
en las cercanías de Huérmeda, y hacia 1240 pasaron a un nuevo
convento en el Molinillo de papel. Sin embargo, Pérez
de Nueros, afirma que el documento más antiguo de su archivo
databa de 1274, en que Ana Pérez de Liñán, esposa
de Ramón Liñán, cedía terreno suficiente para
construir una nueva casa en la plaza del Santo Sepulcro. La traslación
se efectuó casi un siglo más tarde, después de concluida
la guerra de los dos Pedros y mediante bula de Inocencio VI de 29 de marzo
de 1358.
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La primera fábrica
fue muy sencilla y se derribó en el siglo XVII, para rehacer la
planta tomando como modelo la fachada y templo del Santo Sepulcro, recién
concluido. Dirigió las obras el maestro bilbilitanos fray Juan Jiménez,
y costeó la fachada y varias dependencias destinadas a estudios
de filosofía, fray Juan de Zegama. En la guerra de la Independencia
fue muy maltratada, más por los españoles que por los franceses.
La fachada de tableros resaltados
y pilastras de orden toscano, era de estructura más sencilla que
la del Sepulcro, y el templo de una sola nave con catorce capillas entre
los contrafuertes, con un total de 23 altares; tenía la capilla
mayor con las armas de los
Liñanes, en reconocimiento de su patronazgo. Son también
dignos de recuerdo su rico órgano, su coro con doble fila de sillería
y la escalera monumental de la casa. La capilla de Ruzola
estaba cubierta con cúpula y tenía cinco altares y cuatro
sepulcros sin inscripción alguna.
Con la desamortización
fue abandonado el convento, el Cristo de Ruzola se trasladó al convento
de las Madres Capuchinas, la custodia y un altar a la parroquia de
Aniñón, y libros, y otros objetos al Santo Sepulcro.
Demolida la fábrica,
salvose por algún tiempo la fachada; Vicente
de la Fuente que llegó a ver la plaza del Sepulcro con la Colegiata,
la Puerta de Zaragoza, y convento de carmelitas, afirma que constituían
el conjunto urbanístico más destacable de la ciudad. (Gonzalo
M. Borrás Gualis / Germán
López Sampedro)
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