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| CALMARZA |
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Iglesia parroquial de Calmarza
Desde Jaraba, aguas arriba, el río Mesa discurre comprimido entre impresionantes peñascales. La carretera sigue paralela al cauce, por el fondo del desfiladero. El viajero se extasía con la excepcional panorámica, sinfonía de piedra encaramándose con el azul del firmamento, a veces una cinta de luz tan sólo. Suben erguidos los chopos ribereños, envidiosos de los imponentes roquedales. A la derecha irrumpirá en la angostura la desembocadura de un escarpado barrando, donde se enrisca el santuario de Nuestra Señora de Jaraba, adentrándose en la roca viva.
El paisaje es de gran belleza y justifica por sí solo la excursión. Luego, cuando se ensancha la perspectiva, aparece el caserío de Calmarza al otro lado del río, sobre la margen izquierda; la carretera que gana en altura para convertirse en mirador del pintoresco conjunto urbano. Estalla el verde entre murmullos del agua y cantarinas cascadas, espuma y cristal restallando bajo los rayos del sol. Algunos huertos extienden su geometría irregular al amor de las aguas, y se escalonan por la pendiente, con escolta de árboles frutales en sus lindes. Un rústico puente enlaza las tierras de labor de una y otra margen del río.
Calmarza se enseñorea así de un idílico paisaje, ya en el límite con Guadalajara. Arriba, en lo alto, espera Campillo, aún zaragozano, y al otro lado, ya en Guadalajara, el pico de la Dehesa, de 1.075 metros de altitud sobre el nivel del mar y Algar de Mesa.
El edificio de la iglesia parroquial destaca en lo alto. Consta de una nave rectangular, con cabecera plana y cúpula elevándose sobre el crucero. Por lo demás, predomina la sencillez. Para su construcción se emplearon la piedra y el ladrillo, preferentemente. El templo está dedicado a San Blas, aunque no faltan vecinos que hablan de Nuestra Señora de la Asunción. Además, hay una ermita dedicada a San Bartolomé.
También se refieren al antiguo castillo, del que queda en pie la torre. (Alfonso Zapater)
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