Reconstrucción ideal de Bílbilis
Oídme, compatriotas
de Bílbilis Augusta.
cuya áspera colina
con rápida corriente
el Jalón ciñe:
¿No llena vuestro orgullo
la fama alegre de este
paisano que es poeta?
¡Yo soy para vosotros
honor, prestigio y gloria!
No debe más Verona,
su patria al gran Catulo,
ni menos a ella misma
le hubiere apetecido
que yo nativo fuera de
allí, para ser suyo
Valgan
estos epigramas del poeta bilbilitano Marcial así como otras referencias
suya a Bílbilis (altam Bilbilim, pendula quod patriae
visere tecta libetÖ, entre otras menciones a la fama de sus armas y
caballos, sus ferrerías, así como a su riqueza en oro y hierro)
para imaginar como pudo ser el urbanismo de la ciudad. Viviendas trepando
escalonadamente por las laderas de los tres cerros por los que se extendía
(Santa Bárbara, San Peterno y Bámbola) unidas mediante empinadas
calle, rampas y escaleras. En época de Augusto, mediante unas costosas
y complejas obras de adaptación al terreno, la ciudad se estructuró
al modo romano, convirtiéndose en el centro político, administrativo,
económico y social de la región lo que le permitió
ostentar el título de Municipium Romano.
Para desarrollar estas funciones
la ciudad se dotó de un complejo foral formado por plaza porticada,
templo, basílica y curia, constituyendo junto al teatro un mismo
conjunto al que se accedía mediante una serie de pasillos, escaleras
y estancias de paso o descanso. También se construyeron varias termas,
una excavada en su totalidad, ninfeos y una compleja red hidráulica
a base de cisternas adaptadas a las curvas de nivel del terreno que le
aseguraban un permanente abastecimiento de agua, apreciándose un
urbanismo privado de nueva planta, como en el caso de la casa
de la Fortuna, o en la casa
de los signina.
Las excavaciones iniciadas
en 1971 han ido desenterrando estos edificios lentamente, sin pausa, con
el rigor que exige la Arqueología, consolidándose alguno
de ellos, como el caso del foro
y las termas,
mientras otros, como sucede con el teatro
y varias viviendas,
están en proceso.
Desde antiguo las ruinas
de la ciudad atrajeron la atención de viajeros y eruditos tanto
por la mención que de ella hicieron autores clásicos (Estrabón,
Plinio, Tolomeo, Ausonio, Justino o San Isidoro), como por los edificios
que todavía se mantenían en pie, lo que llevó a que
Bílbilis se convirtiese durante la Edad Media y Moderna en una cantera
inagotable de materiales de construcción.
La ubicación exacta
de la ciudad, nunca se perdió del todo, de ahí que ya en
el siglo XVIII se conozca la existencia de una colección arqueológica
formada por los jesuitas desaparecida en 1767 tras la disolución
y expulsión de la Orden. Más tarde, a inicios del siglo XX,
Carlos Ram de Viu, Conde de Samitier, crea una nueva colección,
desmembrada tras su muerte, encontrándose una parte de ella entre
los fondos del Museo
de Calatayud. En 1917 Narciso Sentenach y entre 1933 y 1934 Adolfo
Schulten realizan excavaciones y exploraciones que afectaron principalmente
al foro, para de ellas nos son desconocidas.
Finalmente, los trabajos
desarrollados de forma prácticamente ininterrumpida desde 1971 han
ido devolviéndonos día a día sus edificios, mosaicos
y pintura murales, cerámicas, vidrios, monedas y un largo conjunto
de materiales de los que una parte se exhiben en el Museo, lo que nos permite
aproximarnos un poco más al esplendor de lo que fue el Municipium
Augusta Bílbilis (Manuel Martín-Bueno / J. Carlos Sáenz-Preciado)
|