Iglesia parroquial de Belmonte |
La iglesia parroquial de
San Miguel es en su mayor parte obra del gótico tardío, del
siglo XVI. Pero sustituye a otra anterior como se ve claramente en el ábside.
Si bien casi todo el templo es de piedra (sillería y mampostería)
el ábside es de ladrillo, todo él con decoración
mudéjar. Pero observándolo con atención puede
deducirse que en su mitad inferior es obra realmente mudéjar, del
siglo XIV, y la superior un recrecimiento simultáneo al nuevo templo
del s. XVI, si bien mimetizando lo medieval.
Curiosamente, la torre, que
resulta empequeñecida por la grandiosidad de la iglesia tardogótica,
no es del siglo XVI pero tampoco del XIV. Por sus características
formales, que ahora comentaremos, es claramente anterior. Pero además
hay una circunstancia reveladora:
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la torre está situada al sur de
la iglesia, hacia la mitad, separada de ella unos 5 m. y girada unos 15
grados respecto al eje de su única nave. Y si la traemos aquí
ahora es por coincidir en aspectos importantes con las antes comentadas
de Villalba
y Maluenda.
Con ambas comparte la base de mampostería revocada y el empleo decorativo
de discos de cerámica vidriada. Y con la segunda el nada frecuente
tema decorativo de la espina de pez. Pero esta de Belmonte presenta numerosas
e importantes novedades. Para empezar, se aprecia, al exterior, que estamos
ante una torre completa en su estado original, sin desmochamientos ni añadidos,
lo que, tratándose de un ejemplar antiguo y al lado del cual se
han producido dos renovaciones totales del templo, puede calificarse de
excepcional, o casi milagroso. Tampoco, afortunadamente para el estudioso,
ha sido objeto de restauración.
La torre se compone de dos
cuerpos: el inferior, de 5,5 metros de base y unos 14 m. de altura, aloja
las escaleras. El superior, más estrecho, con 4,2 m. de ancho y
8 m. de alto, se abre a los cuatro lados con amplios ventanales. Los dos
tercios inferiores del primer cuerpo están construidos con mampostería
de yeso revocada. A partir de esta altura, incluyendo el segundo cuerpo,
la construcción es de ladrillo, de 15 x 30 cm.
Dejando para después
la decoración externa, pasamos a comentar su estructura interior.
El acceso es confuso, al efectuarse a través de añadidos
entre la iglesia y la torre, pero se encuentra a cierta altura sobre la
base, a la vez tampoco fácil de determinar con exactitud. Lo primero
que se aprecia es que esta torre, a diferencia de las antes comentadas
de Villalba
y Maluenda,
presenta la típica estructura de los alminares: un machón
o pilar de sección cuadrada constituye el eje de la torre, y entre
él y los muros se desarrolla la escalera de obra que asciende helicoidalmente
en sentido antihorario. En los primeros tramos el material es argamasa
u hormigón de yeso, en correspondencia con la mampostería
que se aprecia en el exterior. Las bovedillas que sirven de apoyo a las
escaleras presentan en estos tramos una solución única: son
cortas bovedillas de cañón, escalonadas cuatro por tramo,
en disposición radial. Además su curvatura no es media circunferencia
sino como una parábola incompleta que parte del eje. El aspecto,
mirando hacia arriba, recuerda una palmera, donde el machón es el
tronco y las bovedillas las hojas curvadas. Estas bovedillas se hicieron
con cimbras de madera, pues pueden verse las huellas del veteado de las
tablas en el hormigón, y hasta alguna tabla que ha quedado adherida.
A la misma altura que en el exterior se pasa de la mampostería al
ladrillo, al interior, también en ladrillo, se cambia el sistema
de abovedamiento anterior por el de aproximación de hiladas, si
bien al principio y al final hay unos cortos tramos de cañón,
en ladrillo.
Al llegar al segundo cuerpo,
y como ocurre siempre, se interrumpe el machón y se forma una estancia
diáfana, en este caso abierta a los cuatro costados por amplios
ventanales en arco apuntado, con un parteluz, del que surgen semiarcos
que llegan a los ángulos superiores del alfiz. A unos 6 m. de altura
hay en cada lado cuatro pequeñas ventanas en arco apuntado. Sobre
trompas en las esquinas se apoya una singular cúpula cónica
de ladrillo, acabada exteriormente en pirámide octogonal, que remata
el conjunto.
Volviendo al exterior, en
la parte superior de mampostería revocada hay varias filas de discos
de cerámica, tipo ataifor, colocados muy juntos, 15 ó 16
por banda, y dos o cuatro bandas, según los lados. Son todos de
color melado algo rojizo y están bien empotrados, conservándose
en su mayor parte. En los desprendidos, como ya se ha comentado, suele
quedar el repié incrustado en el revoco o al menos su huella.
Por encima continúa
la obra de ladrillo y cada lado presenta una espina de pez, como en Santa
María de Maluenda, enlistado por arriba y por abajo por bandas
de esquinillas o dientes de sierra. Sigue un tema nuevo (en el orden que
los estamos describiendo), un friso de arcos apuntados entrecruzados: cuatro
arcos cruzados por otros cuatro, lo que hacen nueve pequeños pilares
de apoyo, contando los de los extremos. Sobre los nueve vértices
de estos arquillos, nueve discos de cerámica.
En el segundo cuerpo están
los ventanales ya comentados, que al exterior se inscriben en un rectángulo
rehundido, a modo de alfiz. Sobre él se desarrolla de nuevo un friso
de arcos apuntados y entrecruzados ciegos, ahora tres mas tres, pero que
aquí se apoyan en columnillas de cerámica, siete por lado.
Estas columnillas, que alternan verdes y meladas, constan de dos piezas,
un fuste cilíndrico con collarín y un capitel en cono invertido.
Algunas están rotas y se aprecia como al colocarlas se rellenaban
con argamasa de yeso. Los paramentos entre los arquillos van lucidos con
yeso, contrastando su color blanco con el rojizo del ladrillo, que también
se daría en los arquillos del primer cuerpo, y posiblemente en todas
las torres de este tipo, aunque por efecto de las inclemencias atmosféricas
haya desaparecido en la mayoría de los casos. Debajo de las nueve
columnillas hay nueve discos, y por encima de los arquillos una banda de
esquinillas. Rematan este cuerpo cuatro ventanitas en arco apuntado que
se apoyan también en columnillas de cerámica, dos por cada
arco, o sea ocho por lado de torre. Bajo estas ventanitas hay seis discos
y sobre ellas un corto rafe en voladizo, que no parece original, sirve
de apoyo a un tejado a cuatro aguas del que sobresale la pirámide
octogonal ya mencionada.
Su cronología, como
es de esperar, no está nada clara. Por supuesto no hay ningún
dato documental. El hecho de tratarse de una torre exenta, decorada por
igual en sus cuatro caras y que comparte características con
las antes comentadas de Villalba
y Maluenda,
que podrían haber sido alminares, mueve a pensar que también
esta de Belmonte podría haber sido edificada en época islámica.
Para aceptar una cronología cristiana, que tendría que ser
muy antigua, finales del siglo XIII, habría que admitir la construcción
de una iglesia en esa época, que sería derribada, décadas
después, respetando la torre, para construir una nueva iglesia a
cierta distancia y con un giro de unos 15 grados, a la que correspondería
la parte inferior del ábside actual. Parece más lógico
pensar que tras la conquista se utilizaría la mezquita como iglesia
y en el siglo XIV se procedería a la sustitución de la misma,
pero respetando el alminar por su prestancia y por estar situado a cierta
altura, que compensaría su pequeño tamaño en relación
a la nueva iglesia. Y ello posiblemente sería el motivo de su mantenimiento
en la importante reedificación del siglo XVI.
Pero si la estructura del
primer cuerpo de esta torre es inequívocamente la del tradicional
alminar andalusí-magrebí (aquí con un peculiar abovedamiento),
es difícil encontrar referencias para el segundo cuerpo. En los
alminares occidentales lo general es una terminación en terraza
con una linterna, siendo la relación de anchura entre esta y el
cuerpo de escaleras 1:2, aproximadamente. Su función es estética
y de refugio, ya que el almuédano llama a la oración desde
la terraza. En Belmonte el segundo cuerpo es notablemente de menor planta
que el primero pero la relación es de 1:1,37 y no hay terraza. En
el supuesto de que hubiese sido alminar, el ìadhanî se realizaría
desde el interior de la estancia, eso sí, abierta a los cuatro lados.
Aunque tal vez no haya relación, hay que advertir que en Túnez
son relativamente frecuentes los alminares donde el segundo cuerpo es tan
ancho como el primero, y con dos amplias ventanas por lado. También
de Túnez son dos alminares muy antiguos cuya volumetría se
asemeja a la torre de Belmonte: Kairuán, s. VIII, 1:1, 33 y Sfax,
s. IX, 1:1,6. (Agustín
Sanmiguel Mateo)
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