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ABANTO |
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Una de las casas de la localidad |
La espléndida arquitectura urbana constituye el mayor atractivo, antes de llevar al pueblo. Se escalonan las casas acomodándose a los accidentes del terreno, y los tejados irregulares parecen, en ocasiones, surgidos de la propia montañas o de la roca. Algunos edificios se salieron hacia la carretera, buscando el otro lado del río, pero son los menos. El puente se estrecha sobre el cauce. Se alzan los árboles frondosos, de manera que llegan a cubrir, siquiera ocasionalmente, la panorámica de casas blancas y tejados rojos y ocres, a veces grises. Se está en el pueblo con sólo cruzar el puente. Los huertos se extienden en ambas márgenes
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y al pie mismo de la población, que se alarga longitudinalmente, paralela al curso del río.
Vencida una ligera pendiente, se gana la plaza de la iglesia, que es el centro del pueblo, un espacio rectangular, cerrado, al frente, por el lateral del templo parroquial; luego se abre a derecha e izquierda. De allí parten las principales calles. A escasos metros, siguiendo a mano derecha, se abre otra plaza muy pintoresca, con edificios de rancio sabor aragonés.
Además de la iglesia parroquial, Abanto cuenta con dos ermitas: la de San Sebastián y la de San Esteban.
Los edificios fueron creciendo al arrimo del templo parroquial y extendiéndose a los lados, ante la imposibilidad de trepar a lo alto de la montaña. Las calles reciben el cuidado diario de los vecinos. Una de ella, próxima a la plaza, se ofrece con pintoresco arco. (Alfonso Zapater)
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